Una pala retroexcavadora corroía este martes las columnas de las plantas superiores del que fuera el hotel en Arenales del Sol, pedanía costera de Elche (Alicante). Durante tres semanas, los equipos de demolición dispondrán de los restos de un establecimiento que cerró hace 40 años, que desde 1997 ha arrastrado su agonía en los juzgados y que un año y cuatro meses después da cumplimiento a una resolución de la Dirección General de Costas y comienza. desaparecer. La historia de Arenales y sus casi 4.000 vecinos, la mitad registrados, entra en una nueva etapa. En España son numerosos los edificios que escapan a condenas de demolición -el más conocido es El Algarrobico, la masa ilegal que lleva 15 años tendida en una playa de Almería- pero en el caso de Elche el final fue diferente.
Para el alcalde de Elche, el socialista Carlos González, el derribo constituye un “hecho histórico”: “Hoy comienza el fin de un largo conflicto que fue muy complejo de resolver”. Tras ser cerrado a finales de los 70, apenas 15 años después de su inauguración en 1963, el hotel Arenales se ha convertido en el pilar de todo gobierno que ha pasado por el Ayuntamiento de Elche. Una piedra, eso sí, de enormes dimensiones que, con el tiempo, no sólo se convirtió en una estructura obsoleta «que estropeaba la imagen y el aspecto del barrio de Arenales», según el alcalde, sino que además amenazaba a los vecinos con el peligro de caer. la acumulación de agua de mar en sus bajíos, apenas rodeada de vallas de construcción, una invitación a ratas y mosquitos.
Las ruinas del hotel creado por el empresario Tomás Durá y su esposa, Maruja Sabater, sombrearon literal y figurativamente el litoral de la comarca de Elche. Su ubicación, en primera línea de playa con dunas de difícil acceso y muy cerca del aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández, la convirtió en una joya para la alta sociedad tardía franquista, pero tras su cierre fue solo un obstáculo. En 1997, el municipio de Elche dio los primeros pasos hacia su derribo, con la declaración de ruina del establecimiento turístico. Fue una decisión que conduciría a lo que González llama «una larga batalla administrativa y judicial».
La empresa propietaria del esqueleto del edificio, Princesol, obtuvo una licencia para rehabilitar la antigua estructura -cada vez más degradada- pero intentó construir una nueva sin autorización municipal para intentar prolongar la vida del hotel. Sin embargo, los contratiempos en los tribunales se acumularon. En 2018 solicitó la demolición de los restos originales, entendiendo que existe un grave peligro de derrumbe del edificio. Costas acepta e impone sus condiciones en una sentencia que llega al Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana. Pero en diciembre de 2019 llega el último ingreso del «mammotrek», como lo llaman los vecinos. La Corte Suprema determina que la obra nueva también es irregular y debe desaparecer. Costas firma el derribo total en junio del año pasado. Pero la demolición solo comienza este martes.
La demolición es la segunda fase de un plan que, en primer lugar, pretendía sacar «mil kilos de amianto» de las ruinas del hotel. “Fue un trabajo duro y minucioso”, dice González, “que resultó compatible con el verano y la dinámica de la playa de Arenales” y que no afectó las vacaciones de vecinos, temporeros y turistas, en su opinión. El material nocivo «fue enviado a un vertedero en Cuenca», especializado en residuos industriales peligrosos.
La obra abre ahora el progresivo desmantelamiento, “paso a paso”, según el alcalde, de los restos aún en pie y se prolongará durante tres semanas. González anticipa que, posteriormente, se realizará “la remoción de los escombros producidos por el derribo”, que también costará “entre tres y cuatro semanas de trabajo”. Finalmente, y según los criterios de la Ley del Litoral, se verá afectada «la regeneración y renaturalización de la playa». “El próximo verano”, dice González, “los visitantes y vecinos disfrutarán de la playa de Arenales sin la estructura que tanto hace al entorno y que ha generado tantas molestias”.
Los vecinos confían en que la desaparición del esqueleto turístico varado en su costa dará vida a un barrio sin centro comercial, sin escuela y con una sola clínica. De hecho, el presidente de la asociación de vecinos, Fernando Durá, siempre ha insistido en la necesidad de sustituir el hotel que dio vida a un litoral remoto por uno que revitalice la región. En estos momentos, el Ayuntamiento de Elche está llevando a cabo un proyecto comarcal de “mejora de los espacios y servicios públicos”, ha construido un depósito de agua potable de gran capacidad, negocia con la Diputación la construcción de un centro sociocultural y ha subastado “una parcela de terreno de uso terciario, que fue comprado por un inversor, para la instalación de un centro comercial ”, dice González.